jueves, 25 de diciembre de 2014

Acto de presentación de El día en el que nadie estuvo allí

Chus Arellano, Chema Nievas y Rafael González


Prólogo: De lo casi invisible 

Tras el cristal el mundo, escribe José María Nievas, y es tras ese cristal o ese velo desde donde vislumbramos  lo que ya  no nos pertenece,  lo que ya no está aquí. 
Pero hay maneras de conciliarnos con ese cristal, de avanzar separando las finas láminas que conforman  el velo hasta llegar al hogar,  a ese espacio que nos mantiene a salvo de la cordura: una especie de tránsito,  de desorden habitable que se nos revela como un hueco donde lo deseado se ancla firmemente a la tierra.  A una tierra que, por otra parte, no nos dejará solos cuando caigamos. La tierra no me dejará solo /cuando caiga // barrerán mis huesos de polvo / los días venideros // 
Tras el cristal el mundo, los cuencos vacíos,  la raíz de los verbos, el incendio, la lengua  inmóvil, el miedo. La materia lágrima. El dolor se empequeñece bajo la hendidura o bajo los surcos de lo que ya no sabemos nombrar.
Quizá es que nunca se fue / quizá es que el universo / no es más que un rincón / en su cabeza //
Porque es necesario el escollo para saber de la grieta,  de la palabra malherida, de las voces tullidas. Quizás éstas nunca vuelvan al corazón alumbrado. Todas las palabras que vadean el momento / terminan ahogadas // son los restos del naufragio //
Pero no sólo lo que ya no está o lo que ya no nos pertenece o lo que ya no sabemos nombrar aparece tras ese cristal, también la luz, el bálsamo. Ráfagas que, como en las tormentas de William Turner, nos muestran toda la belleza de lo que aún reside en la ceniza.  De lo casi invisible. 
Me dijeron tantas cosas // pero cuando destapé la herida / ya se habían ido //
Decía Roberto Bolaño que la buena escritura es saber meter la cabeza en lo oscuro, saltar al vacío. José María Nievas no sólo mete la cabeza sino que, además,  se atreve  a abrir los ojos y  mostrarnos,  a través de ellos, las rugosidades, el azufre, los alambres, los epitafios –esa nuestra otra mitad sangrante–
Ojos en los ojos, quiero ver lo que dices //

Carmen Crespo
 

      Chema Nievas en un momento del recital       

lunes, 17 de noviembre de 2014

Publicación de El día en el que nadie estuvo allí de José María Nievas



José María Nievas (Madrid, 1978), realizó estudios de Magisterio en la especialidad de educación musical en la Universidad Autónoma de Madrid. En la actualidad trabaja en la Administración como funcionario y reside en Getafe.

A lo largo de los años ha escrito varios poemarios, que permanecen inéditos. El día en el que nadie estuvo allí es el primero que ve la luz. Dedicado también a la composición musical, trabaja en un proyecto que aúna música y poesía. Además participa en aulas de creación poética.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Acto de presentación de Arquitectura de la piel

Rafael González, María Jesús Silva y Juan Martínez

Prólogo


Este libro contiene escenas y visiones de amor explícito, pero no se detiene en ellas. Traza una historia natural amorosa que sobrevuela lo anecdótico, el álbum sentimental, para abordar con ánimo analítico, de constructora de edificios amorosos, como anuncia el título, la descripción del órgano o territorio que en la visión de María Jesús Silva registra los placeres y las heridas del enamoramiento. 
La estructura del poemario sigue la relación de dos amantes. La primera sección (“Huellas”) se abre con una conclusión desesperanzada:
                         Nosotros no tuvimos nunca un mapa con futuro 
A esa declaración sigueun examen del emparejamiento como fenómeno transformadormediante instantáneas significantes, una rememoración enun presente sucesivo de revelaciones consonante con eltiempo absorto del amor recién encontrado, en el que se desdibuja lo ajeno al momento.
Las siguientes secciones del poemario (“Escamas”, “Jirones”) muestran ausencias y dependencias, y el epílogo se inicia significativamente, cerrando un círculo, con una cita que cuestiona la posibilidad de comprender desde su vivencia el hecho amoroso, la conducta de los amantes. 
                        “¿Y si la piel, después de todo, nos engañaba”?
                                                           (Vanesa Pérez Sahuquillo) 
En estos poemas, María Jesús Silva se expresa en ocasiones con observaciones minuciosas de vocabulariodeliberadamente alejado de la banalidad amorosa(incisión, arquivolta, escalpelo, cicatrices), a la manera de una exploración técnica, y otras veces con imágenes libres, bellas y fuertes:
                        Puedes dejar hebras de piel
                        En cada esquina de la ciudad
                        Para colgarme de ellas  
Presente en cada página como guía del amor, nombrada casi en cada poema, la piel –el tacto, lo expuesto, lo ingobernable por la razón- es la protagonista de esta hermosa meditación en forma de poemario.                                                                                         
            Juan Martínez de las Rivas


Héctor Guedeja y María Jesús Silva en un momento del recital

viernes, 26 de septiembre de 2014

Publicación de Arquitectura de la piel de María Jesús Silva






María Jesús Silva (Madrid, 1963) se dedica profesionalmente a la Sanidad, trabajando en la actualidad en el hospital Rey Juan Carlos. Mantiene una intensa actividad en talleres de poesía.
Ha publicado anteriormente un poemario, El desorden de noviembre (2013), siendo Arquitectura de la piel su segundo libro editado. Dedicada por necesidad vital a la escritura, tanto en verso como en prosa, ha sido incluida en diversas antologías, ha obtenido varios galardones y participado en revistas como Río Arga, Atlas de divagantes, Luke o Cuadernos del matemático. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

Temporada 2014/2015

Estimados autores y lectores, en breve continuaremos con nuestra actividad editora. Irán apareciendo novedades a lo largo de los próximos meses en esta temporada que se inicia, y deseamos que estas nuevas publicaciones sean de vuestro interés. Muchas gracias a todos por la confianza en este proyecto editorial.

martes, 1 de julio de 2014

Acto de presentación de Paseantes hoy

Rafael González, Pepe Jesús Sánchez y Cristina Santamarina

Fragmento del Prólogo


Recomendar la lectura del libro que lectora y lector tienen entre manos no es preciso; explicar innecesario y desaconsejable. Sí merecidas alabanzas -ni de corte ni de aldea- y una encarecida invitación a que quien lea Paseantes hoy de Pepe Jesús Sánchez  haga un recorrido  desde el principio, a fin de no perder el rumor del río que sube en paralelo a sus variaciones, ni la brisa en el ascenso. Tramo a tramo, partimos de algunos de sus versos/hitos, hits: 


iguales aunque variables (XI), así estos poemas   dentro del caminar que asume un “sujeto paseante” que no ha renunciado a la palabra. Igualdad en su fluir, variación en el decir, desde el asombro y la serenidad que el lugar ameno otorga, la identificación o extrañamiento de quien observa.
 
como sujetos indiferentes a las cosas (XXXIX),  también los animales son observados por el caminante, que se deja afectar por ellos sin manierismos; así el planto al perro Bobi, que se duplica en 2 tiempos -poemas XXI y XXV- nos cautiva, en un tono que pocos poetas de la tradición elegiaca occidental han llegado a alcanzar, y desde ya quisiéramos poner a dialogar con aquel  del poema juanramoniano de Animal de fondo  al que da título su verso final:  “la caricia tranquila del callado/en igualdad segura de expresión”. Segura la expresión y en igualdad variable.

Humilla la realidad en cada paseo al caminante (VIII). Somos seres que dan cuenta de lo natural con mayor o menor artificio. Poniendo a dialogar Paseantes hoy con esotra tradición oriental de escritura en naturaleza, el haiku, nos parece oír: a veces es preferible el haiku que no se escribe al que se escribe, y en esta medida, que lo que finalmente se escriba no sea haiku; sí que quede el poso de esa actitud del haijin que viaja sin equipaje ni comodidades: la sencillez, el deseo de transmitir sin metáfora ni excesiva elaboración. También la rotundidad, esa que nos quita la venda para lo esencial, loqueyaestabaahí. 

el rumor/venturoso del reguero en el /costado (XXII). Esa época en que la rima aligeraba el cansancio del camino y daba ritmo a nuestro paso, nos ponía a cantar despreocupados ya de la ruta a seguir, que en este tramo la senda corre paralela al río. En toda época la musicalidad: cantarines o el paseante que se despreocupa, deja de temer, su palabra de observador se vuelve agua, fluye entre el cuerpo y la orilla del sendero. El poeta andarín y el hallazgo de la expresión, que al volverse continuo, música.
Eva Chinchilla



 Aspectos de la abarrotada sala Función Lenguaje

miércoles, 28 de mayo de 2014

Acto de presentación de Espada de sentido



Rafael González, Luis de la Rosa y Luis González Nieto

Cuando una amiga común que está entre nosotros me habló de Luis de la Rosa, me mostró su libro y me propuso que lo presentara como estoy haciendo en este momento, yo no le conocía.
Pero en cuanto leí sus poemas, acepté encantado, no porque él sea  vallisoletano, cosa de la que me enteré al leer la solapa, y yo palentino (que siempre estamos un poco por encima…en el mapa), sino porque me ha impresionado muy gratamente cómo blande su ESPADA DE SENTIDO, como se pelea con las palabras para llenar un vacío, su vacío, para dar forma a una realidad que está ahí, al margen de él pero a su alcance,
Creo que VACÍO, SENTIDO, FORMA y también IMÁGENES Y FANTASMAS son elementos clave de su poesía, como veremos enseguida.
La de Luis de la Rosa es una poesía que si sitúa en el filo de la navaja de la expresión, que intenta ser indagación de la palabra y de lo real. No me gusta nada la palabrita,que está muy de moda, pero estamos en el difícil terreno de la metapoesía, de una poesía intelectual (tampoco me gusta esta expresión pero no encuentro otra),  que se cuestiona a sí misma y al mismo tiempo asume, con todos los riesgos, un papel equivalente o sustitutivo de la filosofía, de explicación del sentido de la existencia y de la comunicación.
En la incipiente década de los cuarenta de su vida, el discurso de Luis es maduro, aunque, sobre todo desde mi perspectiva, es muy joven. Pero  normalmente a los cuarenta se es maduro y no es casual, creo yo, que se dedicación a la poesía haya sido relativamente tardía, como él me ha explicado.
A menudo, durante la lectura de sus poemas, me ha resonado aquella invocación juanramoniana: “¡Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas! / …Que la palabra sea / la cosa misma / creada por mi alma nuevamente. / ¡Intelijencia, dame /  el nombre exacto, y tuyo, / y suyo, y mío, de las cosas”.
O también aquella voz de Ángel González:  “Escribir un poema: marcar la piel del agua. / Suavemente, los signos / Se deforman, se agrandan,… / Se distienden, se tensan hasta / Que el hombre que los mira… / O ve su propio rostro / O –transparencia pura, hondo / Fracaso- no ve nada”.
Es la concepción de  la poesía que se inicia con el simbolismo y el hermetismo como una tarea imposible pero inevitable y que queda clara en los versos de Luis. En varias ocasiones, pero especialmente en el poema que inicia la tercera parte del poemario, Espada, que cumple la función de una poética: “¿Cuando un ser blande inesperado / Una espada afilada de sentido / Inadvertidamente, / No puedes dejar el sentido, / El fantasma que sólo tú ves, / Fuera de las cosas sólidas / O del río limpio? / No, porque yo he desaparecido / Y las cosas existen sin mí”.
Si entendemos bien, se nos está diciendo que el sentido es un fantasma del poeta, las cosas  existen “sin mí”. El darles sentido es la imposible tarea  del poeta.
Algo parecido se nos dice en otro momento: “Palabras como renacuajos en agua inmóvil / Con el riesgo de lo no-sólido, /De no capturar lo perseguido”.
Dije antes que uno de los significados clave de la poesía de Luis es el de FORMA. Aparece en muchos momentos, y de manera a veces contradictoria, “Cuando la forma cría calor / Por fin deja de ser despreciable / U odiosa /… Que las formas que nos rodean sean / Úteros donde meternos palpitantes / Para que dejen de ser zapatos que nos llaguen”.
Pero es la forma la que a veces consigue el milagro, “Misterio del poema: / He parido piedras / Pero, al observarlas, / Veo que son archipiélagos de la vida /…/ Las piedras se elevan / Y se echan a caminar  / Cuando la forma lo decida”.
Junto a la forma están las imágenes y los fantasmas. Tienen mucho que ver con el sentido y a veces se confunden, en medio están las palabras,“Empezar un poema es entrar / A tientas en un cuarto oscuro…”
Hay un momento en que el poeta se ve avanzando locamente en la noche, y lucha por resolver el enigma,  “Hasta que las cosas te miren / Respondiendo a tu mirada. Ahí puedes parar”.
Esa es la ilusión o la utopía a la que aspira el poeta, que a menudo siente que fracasa. La idea reaparece con frecuencia: así en el poema central al que ya nos hemos referido, que concluye, “Se trata de volver al va- cío de lo inútil / Y girar estúpido como un derviche”.
También me he referido al significado VACÍO  que me parece clave en la poesía de Luis de la Rosa. No es casual que aparezca en los primeros versos del primer poema del libro: “¿Es verdad tu luna? / Yo tengo, pero tengo / Vacío como estilete en la garganta”. Y en el último, que destila pesimismo existencial: “Qué peligroso estar lleno de vacío”. Y en el que ya hemos glosado dos veces, su poética: “Se trata de volver al vacío de lo inútil / Y girar estúpido como un derviche”.
Un pesimismo existencial, de estirpe cernudiana, está explícito en algunos poemas pero además impregna todo el libro. Es un pesimismo que se entiende mejor cuando se conoce la admiración del poeta por Luis Cernuda, que él me ha explicado.
Y concluyo como comencé. El libro de Luis de la Rosa se inscribe en mi opinión en la corriente de una poesía concebida como investigación de la realidad. A ello no es ajena la expresión, que es a veces coloquial, a veces dura y no elude, sino que busca, en ocasiones un prosaísmo provocador incluso el exabrupto,  junto a imágenes sencillas pero potentes.
Aunque la única referencia literaria que se hace en el libro es la poesía de Pedro Salinas, por quien también compartimos admiración los dos Luises y a quien dedica un poema, también me ha confesado mi tocayo su admiración, también compartida, por su paisano Jorge Guillén. Pues bien, a partir de este libro, deseo a Luis de la Rosa que siga los pasos de Guillén y que continúe su obra depurando como él los versos de su Cántico.    

            Luis González Nieto