martes, 3 de febrero de 2015

Acto de presentación de Ars fragminis

José Luis Zerón y José María Piñeiro

José María Piñeiro fue miembro fundador de la revista Empireuma y ha publicado las plaquetes  El légamo de las estrellas e Hilas de papiro, así como los libros Margen Harmónico y Profano demiurgo. Además es colaborador en numerosas revistas y periódicos y autor del blog empireuma.blogspot.com.  Ars fragminis es su tercer libro y se compone de notas, aforismos y  fragmentos extraídos del diario del autor. José María también es fotógrafo y pintor, pero siente una especial predilección por la poesía, y a la escritura y lectura de poesía le dedica una gran parte de su tiempo; por ello quien lo conoce se hará estas dos preguntas: ¿por qué, teniendo la oportunidad de volver publicar un libro no se ha decantado por un poemario? ¿Se ha sumado José María a la moda de la escritura breve que impera en Internet y empieza a colonizar el mercado editorial? Como amigo suyo que soy de toda la vida os diré que José María Piñeiro no es un oportunista, y puedo atestiguar que durante su adolescencia ya practicaba la escritura mínima, fragmentaria, llámese aforismo, sentencia, axioma o apotegma. Desde sus tempranos inicios en la literatura escribía un diario que ha continuado con más o menos regularidad, de modo que José María es un veterano de la literatura breve y sé que acariciaba desde hace tiempo la idea de publicar un libro de escrituras fragmentarias.
Este que hoy presentamos consta de tres secciones: la primera y la tercera contienen aforismos o notas breves, la segunda una selección de entradas del diario del autor. La primera sección se titula Líneas I y se trata de un conjunto delicioso de fulguraciones gnómicas que no tienen un tema común; no son máximas morales o sentencias que desembocan en el axioma, el refrán o el proverbio, ni son sesudos aforismos con cierta diatriba social, ni una concatenación atropellada de impresiones ingeniosas pero vacías, no, los textos quintaesenciados que componen este libro obedecen tanto a una comprensión del mundo, a su necesidad de captarlo aquí y ahora, como a una intención estética y al mismo tiempo reflexiva. Estos aforismos nos hablan de la intimidad del autor pero también de ese flujo incesante de acontecimientos llamado realidad, captado como una cascada de sensaciones e impresiones. 
Somos el universo cuando fluimos, cuando cantamos; estamos en el universo al delimitar un territorio, al enfrentarnos a otros habitantes”. Dice un aforismo. 
Y  este otro:
procesaré durante años la información que me ha brindado ese instante. 
José María demuestra una amplitud de miras, un más allá en su visión del mundo y de la cultura que trasciende el tópico, expresándose en un tejido de experiencias múltiples y simultáneas: 
Materialismo, idealismo, solipsismo, positivismo, espiritualismo… al fin y al cabo toda teoría supone una imagen de las cosas  y es válida para entender al hombre y al mundo. La preeminencia de una tendencia sobre la otra es eventual en el concurso de la creatividad del pensar. 
Muchos de sus aforismos están dedicados a la poesía  y a los poetas, como no podía ser de otra manera en alguien que se considera esencialmente poeta. He aquí varios ejemplos: 
Solo la poesía y la belleza son posibles.
Lo que más fastidiaba a Baudelaire era escribir poemas.
Hay algo oscuro en un poema recitado en una plaza, bajo la luz del sol, en pleno día. 
También hay en ellos una tendencia al culturalismo:
Hay genios que hablan su propio idioma: Góngora, Lezama Lima, Joan Miró.  
Siempre entendí el título del libro de Octavio Paz Pasado en claro, como posado en claro. 
En estos fragmentos asoma la incorregible vocación de flâneur de nuestro amigo José María, callejeador y hermeneuta, como se califica a sí mismo. 
El mayor lujo: pasear.
Casualidades estocásticas por la calle, el portazo de un coche, un martillazo lejano y un par de ruidos en un andamio reproducen varias notas de un pasaje de la obra musical Arcana de Varése.
"Amad a los poetas locos", pintada leída en Torrevieja, a principios de los noventa. 
El autor también  habla de sí mismo: 
Soy un visitador de discursos.
Me interesan ciertos éxtasis de los otros.
Y hay lugar para el ingenio cercano a la greguería, la paradoja, el retruécano y el juego de palabras: 
El estrépito de la carcajada como cuando cae la vajilla al suelo.
Por mucho que se arrugue, el agua no se rompe.
Un relámpago lentísimo. 
Y por último, y para no extenderme, destacaré la reflexión del autor sobre la escritura fragmentaria: 
El fragmento es un lujo de lo unitario.
El aforismo no sentencia, detecta un nódulo de realidad.
Escribir aforismos es otro modo de jugar con los espacios en blanco. 
Las notas y aforismos de José María basculan de la solemnidad al humor, de la aseveración a la ironía, de la actitud epistémica al escarceo intuitivo, del ascetismo tajante a la voluptuosidad imaginativa, de la opinión intelectual al pensamiento espiritual, siendo fiel el autor a los requisitos que hay que pedirle a un buen aforista: brevedad, agudeza , fuerza de lenguaje, lucidez, tendencia ilustrada que no excluya la intuición, intensidad, lenguaje claro y sintaxis estable, posesión instantánea y simultánea de la realidad.
La segunda sección lleva por título La arena del reloj  y consta de fragmentos del diario personal del autor. Estos textos son más extensos y, por tanto pierden contundencia, pero no abandonan la concisión, la síntesis y la agudeza. Incluso en esta sección también leemos algunos aforismos. Por ejemplo  Un apunte que es en sí mismo una verdadera poética: 
Ser poeta es habitar un ritmo. 
Esta sección combina la escritura reflexiva con la experiencia y la memoria personal aboliendo ciertas fronteras narrativas. José María es capaz de reflexionar con asombrosa lucidez y riqueza de matices, a pesar de la brevedad de los textos, sobre complejos asuntos filosóficos o sucesos leídos en la prensa, y al mismo tiempo registra sensaciones nimias, percepciones pasajeras, anota sueños, da cuenta de sus lecturas o de sus audiciones musicales, de sus paseos, del proceso de su escritura. El autor exhibe una admirable capacidad analítica al mismo tiempo que una libre asociación de ideas a la hora de desarrollar los temas, con un manejo del lenguaje como materia dúctil.
José María lo abarca todo, nada escapa a su curiosidad y asombro, desde la astrofísica y sus misterios y paradojas, la filosofía, las artes y la literatura, hasta la parapsicología, pasando por los conflictos de la realidad actual; pero además, también habla de su experiencia vital, más contemplativa que activa, de sus introspecciones, de sus hallazgos, “esos tesoros del día escondidos por la luz del día”, como escribe en una de sus entradas. El autor no escamotea la crítica y la ejerce de manera tan sutil como contundente, verbigracia esta entrada de una sola frase: 
Hoy la poesía solo está bien escrita. 
Asimismo abre un camino amplio de posibilidades especulativas y narrativas que evita la autobiografía y sus detalles irrelevantes, así como el envaramiento intelectual, algo tan común en la mayoría de diaristas. El suyo, a pesar de su riqueza analítica, es un diario vivo, candente, pleno de intuiciones y hallazgos, sin imposturas, que apuesta por el valor salvífico de la escritura: José María dice en una de las entradas: 
Un diario exclusivamente intelectual parece escamotearnos algo. ¿Dónde está el cuerpo, las emociones liberadas, el grito? Todo  ha sido sustituido por la convulsión conceptual, por la ebriedad meditativa. La palabra es una frondosidad -ideológica sensorial-.” 
O esta otra: 
Incluso para escribir el poema más desolado, más aniquilante o presuntamente verdadero, hay que tener un dominio sobre lo experimentado, se tiene que haber trascendido en parte, al menos, lo vivido para que precisamente se dé meticulosa memoria de ello. Lo cual demuestra el aspecto productivo de nuestros malestares: podemos morir varias veces y dar cuenta de nuestras finitudes, es decir, es posible la resurrección (dentro de la vida). 
Por otra parte me parece destacable el uso activo e inteligente de la memoria para seleccionar la anécdota pasada y establecer correspondencias espacio- temporales. José María nos dice que: 
La memoria no es desván sino meandro soterrado. La memoria es activa y selectiva. 
La capacidad de José María Piñeiro para establecer analogías y su impresionante memoria, crean una aventura poética que se nutre de los enigmas  cotidianos y de los relumbrones maravillosos del pasado. No en vano el autor escribe en una de las entradas del diario: 
“El mundo supone una serie de retos y misterios: en la naturaleza, en el devenir social. Nuestra posición: o recuperamos entusiasmos y nos implicamos en la revolución de cualquiera de estas cuestiones, ya sea por competencia, por interés, por proximidad, o nos convertimos en tibios disidentes de la emocionante complejidad que se nos lanza.” 
Y José maría, desde luego, apuesta por implicarse, por salir al exterior con una mirada asombrada -no ingenua-, con una capacidad para hacerse preguntas originarias que no han obtenido respuestas definitivas, y de esta manera captar el mundo y dotarlo de sentido.
La última parte titulada Líneas II vuelve sobre las notas aforísticas; una versión pura y simple de una multitud de experiencias y reflexiones aliadas con el lenguaje, lejos de la comodidad y la pereza, conformando, pues, una estructura circular.
Por último quisiera aclarar un hecho que estamos olvidando. La escritura breve, inmediata, aquella que requiere un coraje especial porque al autor se la juega en unas pocas palabras, ofrece al escritor pocos refugios y mucha intemperie. No es un género literario exclusivo de nuestra época a pesar de Facebook, los blogs, wassasp, twiter, y otras formas de comunicación que proliferan en las redes sociales. Ha existido siempre, aunque se ignore o se desprecie en los manuales de literatura, y no es cuestión de ahondar en las razones de esta desmemoria. Ciñéndonos a la tradición occidental, citaré algunos nombres: tenemos en la antigüedad los fragmentos de Heráclito, los aforismos científicos de Hipócrates, o las piruetas verbales de Diógenes el cínico. En la Roma antigua sobresalen como aforistas Marco Aurelio y Séneca; en la Edad Media y en España hay magos de la inmediatez como Ramón Llull; en el siglo XVI el francés Montaigne; en el XVII Gracián, Pascal,  La Rochefoucauld y Spinoza. En el XVIII Chanfort y Lichtenberg, Blake y el marqués de Vauvenargues; en el  XIX Schopenhauer, Nietzsche, y Jules Renard; en el pasado siglo, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Cioran, Canetti, Wittgestain, Walter Benjamin y María Zambrano; y ya en nuestros días, Carlos Marzal, Jordi Doce y Manuel Neila.
Con este libro híbrido y fragmentario, José María Piñeiro se inscribe dentro de esa fecunda tradición de escritores de la miniatura, de hacedores de “pequeños milagros cotidianos, fósforos frotados inopinadamente en la oscuridad”, como diría Roland Barthes.
                                                                                         José Luis Zerón